CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Imaginemos una roca espacial del tamaño de un edificio de 30 pisos, la cual tiene una forma relativamente esférica, unos 90 metros de diámetro aproximadamente. Ésta se dirige a toda velocidad hacia nuestro planeta. ¿Qué tan peligroso puede ser un meteorito de este tamaño para la vida en nuestro planeta? Este escenario está siendo investigado por la posible aparición de un meteoro espacial de más o menos esas dimensiones, que se ha calculado, no impactará nuestro planeta pero que bien podría ser un escenario más frecuente de lo que no habíamos nunca imaginado. ¿Qué tan destructivo sería un objeto espacial si decidiera visitarnos sin invitación? Veamos lo que podemos analizar de esto.

Es importante saber que el tamaño de un meteorito es fundamental para calcular la energía con la que podría chocar en nuestro planeta. 90 metros parece poco, pero si consideramos que el famoso meteorito de Cheliábinsk, que causó un buen susto en Rusia en 2013, tenía solo unos 20 metros. Así, un meteoro de 90 metros no parece ser despreciable, sino que todo lo contrario.
Otro punto es la velocidad con la que viaja por el espacio. Los meteoritos viajan a velocidades enormes, decenas de miles de kilómetros por hora Esa velocidad, combinada con el tamaño, es lo que le da la potencia al golpe. La fuerza final sería calculada por la Segunda Ley de Newton, F = ma (la fuerza es igual a la masa del objeto por la aceleración). ¿Y cuál sería esta velocidad? Aproximadamente unos 50 mil kms por hora.
Es evidente que un meteorito como el imaginado, al chocar esta velocidad, liberaría una enorme cantidad de energía, la cual está calculada a partir de la fuerza más terrible que el hombre haya liberado, la de las bombas nucleares. El impacto sería pues el equivalente a varias bombas de Hiroshima y Nagasaki juntas, lo que daría de entrada, que el suelo se vaporizada creando un enorme cráter. Peor aún parece la onda expansiva de la explosión, que arrasaría todo a su alrededor en un radio de varios kilómetros.
Hay que reconocer que el escenario se ve terrible, sin embargo, hay elementos que debemos considerar ante la posibilidad de este evento. Por ejemplo, si el meteoro cae en el océano, la primera consecuencia sería probablemente un tsunami, el cual podría crear serias dificultades en ciudades costeras. Si cayese en tierra firme, entonces, el cráter y la onda expansiva destruirían todo en un radio de kilómetros. Además, levantaría una nube de polvo y escombros que oscurecería el cielo. Esto último es lo que se conoce como un invierno nuclear, aunque en términos reales, sería un “mini-infierno”.
Por otra parte, no hemos aún considerado que la atmósfera de la Tierra es un escudo importante y al contacto del meteoro, la atmósfera quemaría parte del material del bólido por lo cual, al impactarse, la potencia del choque sería muy fuerte, pero probablemente no tan grande como en la primera estimación que hemos hecho.
Por lo que sabemos, hoy los astrófísicos y astrónomos mapean la bóveda celeste, buscando objetos que pudiesen ser candidatos a crear un problema de magnitudes bíblicas. La detección de estos objetos a tiempo podría darnos tiempo –eventualmente– a tratar de minimizar sus efectos mandando una bomba nuclear que hiciese del meteorito solamente polvo o que la menos, redujera su tamaño, como lo que ocurre en algunas películas de ciencia ficción.