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CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En abril de 2025, Ramiro Cristofaro, un argentino de 32 años, ingresó a Corea del Norte como atleta aficionado para participar en la Maratón de Pyongyang, una de las pocas formas disponibles para que ciudadanos extranjeros puedan acceder al país más hermético del mundo.
Cristofaro planeaba visitar Corea del Norte a través de un tour organizado por un operador autorizado, pero el cierre repentino de fronteras en marzo de 2025 forzó la cancelación del viaje. Corea del Norte había reabierto una región fronteriza por una semana y media, pero cerró nuevamente el ingreso de turistas sin dar explicaciones, a pesar de que la Organización Mundial de la Salud declaró el fin de la pandemia el 5 de mayo de 2023.
Foto tomada de Video de IG ramacristofaro
Oportunidad única: la Maratón de Pyongyang
Como alternativa, el operador turístico ofreció la opción de participar en la Maratón de Pyongyang, un evento organizado por el Comité de Atletismo de Corea del Norte, que opera de forma independiente al Ministerio de Turismo. Este evento permitía la entrada de personas extranjeras como corredores, lo cual no estaba sujeto a las regulaciones del turismo convencional.
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Aunque no tiene entrenamiento deportivo formal ni experiencia en maratones, el argentino decidió aceptar la condición indispensable: correr. “No soy atleta y mucho menos había corrido una maratón. Solo juego al fútbol y soy muy malo corriendo, pero fue la única forma posible de entrar al país”, declaró a Infobae.
Foto tomada de Video de IG ramacristofaro
El evento se celebró el domingo 6 de abril de 2025, con salida en el estadio Kim-Il-Sung. La competencia reunió a unos 200 corredores extranjeros. Durante la carrera, los participantes se desplazaron por el centro de Pyongyang sin supervisión directa de funcionarios estatales, una situación inusual en Corea del Norte.
El viajero argentino completó un recorrido de cinco kilómetros en 38 minutos y recibió una medalla y un diploma oficial. “Dieron solo 200 cupos internacionales y yo fui uno de los beneficiados”, explicó.
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Control estricto durante la estancia en Corea del Norte
Fuera de la maratón, el régimen mantuvo el control habitual. Cristofaro entregó su pasaporte al llegar y fue acompañado todo el tiempo por guías designados por el Estado.
Los funcionarios revisaron su equipaje, anotaron el modelo de su celular y prohibieron portar material religioso, pornográfico o político. Incluso mensajes de WhatsApp con comentarios negativos sobre el país podían ser motivo de sanción, según explicó el argentino.
Las actividades diarias incluyeron visitas a monumentos, museos y almuerzos a bordo de un ferry. En el Monumento de los Grandes Líderes, el grupo de visitantes tuvo que rendir homenaje con flores y reverencias obligatorias. “En algunos lugares no podés hacer gestos ni reírte. Son espacios extremadamente sensibles”, explicó.
Durante la maratón, sin embargo, el ambiente fue distinto. “Los norcoreanos nos aplaudían, gritaban, y chocaban los cinco. Fue muy impactante. No solo para nosotros, sino también para ellos que no tenían contacto directo con turistas desde hacía cinco años”, relató a Radio Rafaela.
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Observaciones y contrastes
Durante su visita a las afueras de Pyongyang, Ramiro Cristofaro notó grandes diferencias entre la ciudad y el entorno rural. Aunque se mostraban instalaciones agrícolas con tecnología, en el trayecto se observaban campos trabajados manualmente con herramientas básicas.
En cuanto a restricciones sanitarias, señaló que aún se mantenían medidas como la toma de temperatura y el uso obligatorio de gel antibacterial al ingresar a lugares públicos. Según los guías, el COVID-19 habría ingresado al país en 2022 mediante globos enviados desde Corea del Sur, provocando 74 muertes en 90 días. “No lo dijeron como propaganda, sino como algo que realmente creen”, comentó Cristofaro.
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Un viaje sin autonomía
El costo total del viaje fue de 2 mil 200 dólares, que incluyó vuelos desde Beijing, alojamiento, comidas, inscripción a la maratón y guía obligatorio. La visa, gestionada en la embajada norcoreana en la capital china, tuvo un costo adicional de 70 dólares. “No podés hacer nada por tu cuenta. Si querés ir a un bar, tenés que pedir permiso y te asignan un guía”, explicó.
Aunque se esperaba una vigilancia estricta sobre imágenes y videos, Cristofaro pudo fotografiar y grabar en la mayoría de los sitios, excepto zonas militares y algunos monumentos. Sin embargo, el control era riguroso incluso en aspectos mínimos: una copa rota en un bar fue considerada propiedad del Estado y se exigió su reposición inmediata; una taza extraviada generó una investigación hasta que fue localizada al día siguiente.
Foto tomada de Video de IG ramacristofaro
Perfil de Ramiro Cristofaro
De acuerdo con una entrevista publicada por la Universidad de Palermo, Cristofaro estudió la carrera de Turismo tras obtener el título de Licenciado en Administración de Empresas. En sus años universitarios, participó en programas Work and Travel y viajó a Estados Unidos, Bahamas y el Caribe.
Durante la carrera realizó una estancia en Nueva Zelanda y luego trabajó en Australia. Desde ahí recorrió países de Oceanía, Asia, Medio Oriente y África. Posteriormente, fue contratado por una empresa de turismo en Argentina con la que recorrió todo el continente americano, con excepción de Venezuela.
Desde la pandemia vive en Cáceres, España, junto a su pareja. Actualmente trabaja de forma remota como reclutador de guías turísticos para la empresa canadiense ToursByLocals, lo que le ha permitido avanzar en su proyecto de recorrer todos los países del mundo. Hasta ahora ha visitado 191 países y solo le faltan Sudán y Venezuela.
Cristofaro comparte sus experiencias a través de su blog RamaPorElMundo.com y su cuenta de Instagram @ramacristofaro, donde publica contenidos prácticos y guías sobre destinos poco explorados.
Entre sus lugares favoritos menciona Filipinas, India, Vanuatu, Belice y Australia. También ha vivido experiencias extremas como tomar sopa de serpiente en Taiwán o comer insectos y cocodrilo en la Amazonía. “Lo más interesante es dejarse llevar por la cultura local. Si me limito a cómo vivo yo, no aprendo nada”, afirmó.
Sobre su formación, recordó con entusiasmo su paso por la Universidad de Palermo: “Era como mi hobby. Me divertía quedarme después de clase para seguir preguntando cosas. Había espacio para preguntar, quedarte después de hora, los profesores eran muy abiertos”, declaró.