Contenido
El silbatazo final llegó demasiado pronto para un árbitro en Torreón en marzo de 2025. Un silbante de una liga local de fútbol rápido fue brutalmente agredido por un jugador inconforme con sus decisiones. El golpe lo dejó en coma. Días después, murió. Esta tragedia no solo expuso la creciente violencia en las canchas del país, sino que también desnudó las carencias en protocolos de seguridad en los espacios deportivos recreativos.
En respuesta a este hecho, y como parte de una estrategia de prevención impulsada por el Ayuntamiento de Torreón, 45 árbitros de fútbol rápido participaron en un curso intensivo de capacitación impartido por Édgar Ulises Rangel, exárbitro profesional de la Liga MX. El objetivo: dotarlos de herramientas para enfrentar situaciones de crisis, aplicar protocolos de contención de violencia y mejorar su comunicación y control dentro del campo.
“Hoy no solo hablamos de reglamento o sanciones. Hablamos de la vida del árbitro, de su integridad física, y de cómo debe manejar una cancha cuando el partido se sale de control”, enfatizó Rangel durante la sesión, desarrollada en instalaciones municipales de Torreón.
¿Qué causa la violencia en el futbol?
Lo que ocurrió en Torreón no es un caso aislado. La violencia en los deportes amateur ha ido escalando a niveles alarmantes. Aunque se pensaría que estas agresiones se dan bajo efectos del alcohol, los expertos apuntan a otro fenómeno: el calor del juego, la frustración, y una cultura deportiva que normaliza el insulto y el golpe como formas de “descargar” la tensión.
“No es el alcohol el que provoca los conflictos, es la intensidad del partido y la poca educación emocional. Lamentablemente, hay jugadores que ya vienen con ese chip de confrontación”, explica Alfonso Alexandre, presidente de la Asociación Lagunera de
La Asociación, que agrupa a 25 canchas en la ciudad, fue la primera en atender el llamado del municipio y en tomar cartas en el asunto. Como parte de una estrategia integral, las ligas comenzaron a generar una lista negra de jugadores violentos, que son boletinados y vetados de forma preventiva.
“Estamos documentando a los agresores. Si un jugador ya golpeó a un árbitro en una liga, no puede irse a jugar a otra como si nada. Es nuestra forma de proteger a nuestros árbitros”, agregó Alexandre.
Los protocolos para los árbitros salvan vidas
Durante el taller, Rangel explicó que un árbitro capacitado no solo debe conocer el reglamento, sino dominar aspectos de psicología arbitral, técnicas de comunicación no verbal, y sobre todo, saber cuándo suspender un partido si la situación se torna peligrosa.
“Si una cancha no tiene condiciones mínimas de seguridad, el árbitro tiene todo el derecho de no iniciar el partido. Debe exigir rejas, presencia de personal de seguridad o al menos gente identificada para contener una riña si se da. No podemos seguir arriesgando la vida por un deporte amateur”, sentenció.
Uno de los puntos clave de la capacitación fue la simulación de conflictos. Los árbitros practicaron cómo actuar en caso de conato de bronca, cómo dar avisos preventivos con el uso del silbato, la expresión corporal, y cómo coordinarse con asistentes o autoridades si es necesario solicitar apoyo policiaco.
Además, se discutió el uso del VAR amateur —cada vez más presente en ligas semi-profesionales— y la importancia de interpretar correctamente las repeticiones en velocidad real, para evitar decisiones erróneas o injustas que puedan encender los ánimos.
Fútbol como negocio, no como refugio
El problema, según reconocen los propios organizadores, no radica solo en la falta de capacitación. La raíz está en un sistema donde muchas ligas prefieren invertir en luces, gradas y espectáculo en vez de enfocarse en la seguridad de los protagonistas del juego: árbitros, jugadores y público.
“El deporte se convirtió en un negocio. Pero si no protegemos a los árbitros, si no invertimos en seguridad, estamos abonando a la tragedia. Lo que pasó en Torreón puede repetirse, y más grave, si no hacemos algo ya”, reflexionó Rangel.

Buscan crear un protocolo que salve la vida de los árbitros
La meta es establecer un protocolo formal de seguridad para árbitros, respaldado por las ligas. Eso incluye desde la instalación de cámaras, radios de comunicación, credencialización de jugadores, hasta campañas educativas dirigidas a padres de familia y porras, especialmente en torneos infantiles y juveniles.
Este fue el primer curso de varios que se planean durante el año. Aunque apenas es el inicio, la aceptación y asistencia muestran que hay voluntad para cambiar la narrativa.
“Lo que nos cambió fue la muerte de un compañero. No queremos mártires del silbato. Queremos respeto, profesionalismo y canchas seguras”, concluyó uno de los árbitros asistentes al curso.
Desde Torreón, se busca ahora que la iniciativa se replique en otras ciudades del país, donde el fútbol amateur no debería ser sinónimo de riesgo. Porque ningún silbato debería sonar por última vez a causa de la violencia.
Cortesía de El Heraldo de México.

Dejanos un comentario: