En el cruce de las calles 20 de Noviembre y República del Salvador, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, hay un hospital que fue fundado por Hernán Cortés en 1524 y que a día de hoy continúa brindando servicios médicos a la población de la capital del país.
Se trata del Hospital de la Iglesia de Jesús Nazareno. A unos metros de ahí, cerca del cruce de República del Salvador y José María Pino Suárez, cuenta la tradición que tuvo lugar el primer encuentro entre Cortés y el emperador Moctezuma Xooyotzin en 1519, por lo que habría sido el lugar que el conquistador español eligió para fundar el nosocomio.
De acuerdo con el gobierno de la Ciudad de México, originalmente llevó el nombre de Hospital de la Purísima Concepción, aunque popularmente era conocido como Hospital del Marqués, debido al título de Marqués del Valle de Oaxaca que ostentaba Hernán Cortés.
El nosocomio obtuvo su nombre actual cuando en un sorteo de hospitales ganó una imagen del Cristo Crucificado, supuestamente milagrosa, que había sido donado por don Juan Manuel de Solórzano. Tras esta donación el hospital fue renombrado como Hospital de la Iglesia de Jesús de Nazareno, en honor a la escultura cuando en 1665 Hoy día, las personas lo llaman simplemente Hospital de Jesús.
La última morada de Hernán Cortés
Tras la muerte de Hernán Cortés, en 1547, sus restos fueron sepultados en el monasterio de San Isidoro del Campo, en España. Sin embargo, en 1566 por orden de su familia sus restos fueron llevados a la Nueva España para descansar junto a los de su madre y una de sus hijas en Texcoco; ahí permanecieron hasta 1629 cuando las autoridades civiles y eclesiásticas decidieron llevar sus restos a la iglesia del convento de San Francisco, en la Ciudad de México.
En 1794, por órdenes del virrey Juan Vicente de Güemes, conde de Revillagigedo, los restos fueron exhumados para cumplir con los deseos del conquistador, que en una ocasión solicitó ser sepultado en la iglesia del Hospital de Jesús Nazareno, donde fueron depositados en el altar mayor.
Sin embargo, en 1823, dos años después de la consumación de la independencia de México, ante el temor de que los ánimos nacionalistas exacerbados pudieran poner en peligro los restos de Cortés, sus herederos decidieron enviar a Italia el monumento que fungía como su tumba, temiendo que alguien quisiera destruirlo, por lo que se creyó que junto con el monumento, los restos del conquistador también habían salido del país.
Un secreto que tardó más de 100 años en ser descubierto
En secreto, el ministro del Interior y de Relaciones Exteriores, Lucas Alamán, quien además era administrador de los bienes de los herederos de Cortés y capellán mayor del hospital, escondió la urna del conquistador debajo de la tarima del altar mayor de la iglesia. Unos años después, en 1836 Alamán volvió a cambiar de ubicación la urna, esta vez loa colocó en un muro aledaño al altar mayor.
Lucas Alamán entregó un documento con la ubicación al ministro plenipotenciario de España en México, Ángel Calderón de la Barca, el cual permaneció en la caja fuerte de la embajada española por más de 100 años. En 1946, más de 100 años después, el intelectual español Fernando Baeza Martos, el médico Benjamín Trillo, y los historiadores Francisco de la Maza, Alberto María Carreño y Manuel Moreno Fraginals descubrieron la urna con los restos mortales de Hernán Cortés.
En julio de 1947 volvieron a ser reinhumados en el mismo lugar en el que fueron encontrados y sobre el muro fue colocada una placa de bronce con el escudo de armas de Cortés grabado y la inscripción: HERNÁN CORTÉS 1485-1547. Desde entonces, descansan ahí, a unos metros de donde el encuentro con el emperador Moctezuma marcó el final de una nación y el inicio de una nueva.
Cortesía de El Heraldo de México.
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