Por medio de una misiva dirigida a la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum, María Guadalupe Guzmán Romo cuenta cómo, en la búsqueda de su hijo Miguel Orlando Muñoz Guzmán, teniente de Infantería, fue ignorada por autoridades, sin recibir respuestas ni justicia, sólo evasivas e impunidad.
En el texto da nombres del personal militar que considera ha encubierto la desaparición forzada de su hijo. Dice en uno de los párrafos:
“A lo largo de estos años he luchado incansablemente para que se haga justicia, para que se realice una investigación seria, pronta e imparcial. No comprendo por qué estos altos mandos han sido protegidos durante décadas, ni por qué se continúa negando la vinculación de algunos elementos del Ejército con el narcotráfico. Confío en que su gobierno, presidenta Sheinbaum, no me ignore como lo hicieron los anteriores. Se lo pido desde el lugar más profundo de mi dolor: el de una madre que ha buscado a su hijo durante más de media vida”.
Ésta es la carta completa:
CARTA ABIERTA A LA PRESIDENTA CLAUDIA SHEINBAUM PARDO
En el marco del Año de la Mujer 2025
Por la verdad y la justicia para mi hijo, el Teniente Miguel Orlando Muñoz Guzmán
Con mi corazón destrozado, se cumplen 32 años desde su desaparición forzada
Ciudad de México, mayo de 2025
Presidenta de la República
Dra. Claudia Sheinbaum Pardo
P r e s e n t e
Con respeto, pero también con la urgencia y el dolor que han marcado mi vida durante más de tres décadas, me dirijo a usted como madre de Miguel Orlando Muñoz Guzmán, Teniente de Infantería del Ejército Mexicano, desaparecido el 8 de mayo de 1993 dentro de instalaciones militares en Ciudad Juárez, Chihuahua.
Desde entonces he sido ignorada por distintas administraciones, sin recibir respuestas claras ni justicia. He acudido a todas las instancias civiles y militares en busca de la verdad. A cambio, he recibido silencio, evasivas e impunidad. Han pasado 32 años y mi hijo sigue desaparecido. Las investigaciones han sido ineficaces, opacas y sistemáticamente obstaculizadas por mandos militares que encubrieron lo ocurrido, entre ellos el General Luis Montiel López —con antecedentes en la Brigada Blanca, unidad represiva de la Guerra Sucia— y el Teniente Coronel Pedro Gutiérrez López, señalados por amenazas, falsificación de documentos y encubrimiento.
A lo largo de estos años he luchado incansablemente para que se haga justicia, para que se realice una investigación seria, pronta e imparcial. No comprendo por qué estos altos mandos han sido protegidos durante décadas, ni por qué se continúa negando la vinculación de algunos elementos del Ejército con el narcotráfico. Confío en que su gobierno, presidenta Sheinbaum, no me ignore como lo hicieron los anteriores. Se lo pido desde el lugar más profundo de mi dolor: el de una madre que ha buscado a su hijo durante más de media vida.
Es importante destacar que este caso también ha adquirido un compromiso internacional. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) emitió un informe de fondo sobre la desaparición de mi hijo, en el que se recomendó al Estado Mexicano cumplir con ciertas medidas de reparación y esclarecer los hechos de su desaparición. Sin embargo, este informe aún no ha sido cumplido. Las recomendaciones de la CIDH incluyen la investigación y sanción de los responsables, la localización de mi hijo, y la garantía de que hechos como este no se repitan. Esta situación representa no solo una deuda con mi hijo, sino también con la comunidad internacional que está al tanto de este grave abuso de derechos humanos.
Usted, como Presidenta de la República y Jefa Suprema de las Fuerzas Armadas, tiene la posibilidad —y la obligación— de poner fin a esta impunidad. Le pido con humildad, pero con firmeza, que impulse las acciones necesarias para esclarecer el paradero de mi hijo, para que los responsables sean investigados, procesados y sancionados, y que el Estado mexicano reconozca formalmente la verdad de lo ocurrido.
Estos malos elementos han dañado profundamente a la institución que mi hijo amaba y a la que servía con orgullo. Miguel Orlando soñó desde niño con servir a la patria y se formó en el Heroico Colegio Militar, donde aprendió los valores de honor, deber, lealtad y valor. Esos mismos valores fueron traicionados por quienes encubrieron su desaparición.
Esos valores han sido traicionados no solo por mandos superiores, sino también por compañeros cercanos que eligieron callar o colaborar con la injusticia: Edwin Tonatiuh Ruiz Delgado, Filiberto Ortiz Ibáñez. Su participación o silencio cómplice representa una herida aún más profunda.
El encubrimiento por parte de altos mandos militares en el caso de la desaparición de mi hijo, como el General Luis Montiel López y el Teniente Coronel Pedro Gutiérrez López, Capitán José de Jesús Morales García, Capitán 1º de Infantería Víctor Gallegos Bernardino, Capitán 1º de Infantería Edwin Tonatiuh Ruíz Delgado, Capitán 1º de Infantería Víctor Gallegos Bernardino, Teniente Filiberto Ortiz Ibáñez y de otros oficiales involucrados, representa una grave contradicción con los valores fundamentales del Colegio Militar y de la propia institución. Los principios de honor, deber, lealtad y valor son la base de la formación militar, pero estos han sido traicionados por aquellos que deberían servir a la patria y no a intereses particulares.
Honor. El honor implica actuar con rectitud. Miguel Orlando fue un oficial integro, reconocido por su ética profesional y su dedicación al Ejército Mexicano. Sin embargo, su desaparición estuvo rodeada de graves irregularidades, como la falsificación de su firma y la pérdida de su portafolio personal, lo que sugiere un encubrimiento deliberado que contraviene este principio. Las acciones de Montiel López, Gutiérrez López, Morales García, incluyendo amenazas directas a mi hijo y la manipulación de evidencias, violan profundamente la ética y la confianza en las instituciones militares. El silencio de compañeros como Edwin Tonatiuh y Filiberto Ortiz contradicen frontalmente el principio de honor militar.
Deber. El deber de un oficial es proteger a sus subordinados y garantizar justicia. El Ejército Mexicano ha incumplido este deber al no investigar adecuadamente la desaparición de mi hijo, y al encubrir a los responsables, incumplió gravemente su deber. Peor aún, el silencio de compañeros con conocimiento directo de los hechos es una violación al juramento de servicio.
Las investigaciones han sido ineficaces, sumidas en demoras y falta de diligencia, lo que refleja una grave violación del deber institucional de garantizar justicia y verdad.
Lealtad. La lealtad implica transparencia y compromiso con la verdad. La falta de cooperación y la obstrucción en la investigación por parte de algunos miembros del Ejército Mexicano han puesto en duda este principio. Al encubrir la desaparición de mi hijo traicionaron no solo la confianza de sus subordinados, sino también la de la sociedad entera. Estos malos elementos priorizaron intereses personales o institucionales por encima de la verdad y la justicia, demostrando una absoluta deslealtad a los valores que el Ejército dice representar. ¿Dónde quedó la lealtad? Les pregunto a los oficiales que eligieron proteger a sus superiores, no a la verdad ni a los principios que juraron defender. Al guardar silencio, no solo traicionaron a Miguel Orlando, sino también a la institución militar y a la patria misma.
Valor. El valor no es solo combatir al enemigo; también es denunciar la injusticia desde dentro. La cobardía institucional, expresada en décadas de omisión y protección a los culpables, ha impedido que este crimen sea esclarecido. La persistente negativa a reconocer la desaparición forzada de mi hijo refleja una falta de valor institucional. Los responsables deben ser identificados y sancionados para que se haga justicia.
La desaparición de mi hijo Miguel Orlando Muñoz Guzmán, el encubrimiento de altos mandos militares involucrados en su desaparición y la falta de respuestas claras no solo constituyen una violación a los derechos humanos, sino que también representan una contradicción directa con los valores fundamentales del Heroico Colegio Militar y con el mismo propósito del Ejército Mexicano de defender la nación.
Hoy, usted impulsa el Año de la Mujer 2025, con el compromiso de visibilizar la fuerza, la lucha y la dignidad de las mujeres en México. Permítame decirle señora presidenta: nosotras, las madres que buscamos a nuestros hijos, también somos mujeres que transforman la historia. Mi lucha no solo es por Miguel Orlando, sino por la verdad y la justicia que el Estado mexicano nos ha negado sistemáticamente.
El Colegio Militar formó a mi hijo en los valores más altos de la vida castrense, como el honor, el deber, la lealtad y el valor. ¿Dónde están esos principios hoy, cuando los responsables de su desaparición siguen sin enfrentar la justicia? ¿Dónde está la lealtad institucional hacia quienes dieron su vida por servir a la nación? ¿Dónde está el valor institucional para asumir responsabilidades?
Le pido, señora presidenta, que escuche mi voz, que reciba mi testimonio y que impulse acciones concretas y públicas para esclarecer el caso de mi hijo. Le pido una reunión, una audiencia pública, una respuesta institucional clara. El “Año de la Mujer” no puede ni debe ignorar a las madres que llevan décadas luchando por la justicia. Exijo que se esclarezca el paradero de mi hijo, y que los responsables enfrenten las consecuencias de sus actos. Este caso está en manos de la comunidad internacional, y México tiene el compromiso de cumplir con las recomendaciones emitidas por la CIDH.
“Vivo le entregué mi hijo al Ejército, vivo me lo tiene que regresar”.
Mi nombre es María Guadalupe Guzmán Romo. Soy mujer. Soy madre. Y tengo derecho a saber dónde está mi hijo.
Con esperanza y firmeza,
María Guadalupe Guzmán Romo
Madre del Teniente Miguel Orlando Muñoz Guzmán
Cortesía de Proceso.
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