De acuerdo con las más recientes cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, Inegi, en la actualidad hay aproximadamente 13 mil 297 mujeres internas en distintos penales del país. De ellas, se calcula que el 85 por ciento son madres.
Al dolor que supone verse privadas de la libertad, algunas de estas madres mexicanas deben sumar uno todavía más cruel, si cabe: el de estar acompañadas en su cautiverio por sus pequeños hijos, los que, según un testimonio retomado por la colectiva Sor Juanas, se les conoce como los angelitos de la prisión.
“Es un tema del que no se habla mucho, sin embargo, los niños que nacen en la cárcel pueden vivir con sus mamás hasta los tres años. A partir de los tres años, tienen que salir de los centros penitenciarios.
“Si tienen familia con la que se puedan ir, se deben ir con sus familiares, pero en el caso de que no sea así, si las mujeres no tienen una red de apoyo, una familia que no pueda recibir a estos niños y niñas, ellos se van al DIF”, explica, en entrevista exclusiva para El Heraldo de México, Merche Becker, cofundadora de La Cana, organización que ayuda a las mujeres recluidas a través de talleres, capacitación para el trabajo y apoyo durante y después de prisión, para mejorar su calidad de vida.
Un drama con doble castigo
Las mujeres en las cárceles de México representan poco más del 5 por ciento de la población en los centros de reclusión. De hecho, solo existe un penal federal femenino en todo el país, mientras que hay 18 cárceles femeninas estatales y 91 centros mixtos.
Sin embargo, muchas de estas prisiones no están adaptadas para las necesidades naturales de las mujeres, en algunas hay hacinamiento y en muchas de ellas carecen de servicios básicos o el acceso a ellos se tiene solo mediante un pago.
“La mayoría de los centros penitenciarios femeniles no son centros que tienen perspectiva de género, no son centros hechos con las necesidades específicas ni para las mujeres, y por supuesto, menos para los niños”, señala Becker.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Personas Privadas de la Libertad, realizada por el Inegi en 2024, actualmente hay más de 500 menores de tres años en las cárceles del país, de los cuales el 53 por ciento se encuentran en penales de Nuevo León, Ciudad de México, Veracruz, Estado de México y Guerrero.
De los 110 sitios en los que existen mujeres en reclusión en México, solo en once existen espacios dedicados a la maternidad, mientras que en 27 hay sitios dedicados a la educación temprana.
“A las mamás las tenían aparte, en un área que le decían maternal. Incluso varias dieron a luz en la cárcel y no las llevaban al hospital. Las dejaban que parieran allí, las dejaban que allí dieran a luz y las mismas compañeras iban y le cortaban el ombligo a los bebés.
“A veces las que tenían maridos o familia les llevaban las cosas para los bebés. Y las que no tenían nada, se mantenían por pura donación. Cuando llegaba ropa para maternidad, ropa para los bebés, pañales, toallas femeninas, de eso se mantenían ellas”, recuerda Marta “N”, quien estuvo interna en un penal del área metropolitana.
Los datos avalan este recuerdo. De acuerdo con la misma encuesta levantada por el Inegi, cerca del 100 por ciento de las reclusas señalan que en las prisiones no hay ropa, zapatos o materiales educativos para los pequeños, mientras que el 80 por ciento destaca que sus hijos no tienen acceso a juguetes.
“Tenemos niños durmiendo en celdas, en dormitorios que a lo mejor tienen hacinamiento, donde a lo mejor hay 80 mujeres, algunas con consumo (de drogas), durmiendo en el piso sin un espacio digno y los niños viven en estos mismos espacios.
“Muchas veces no tienen la alimentación adecuada y por supuesto que su desarrollo es muy deficiente. Tenemos niños que tienen dos años y a lo mejor nunca han visto un perro, nunca han visto un árbol, nunca han visto las flores, porque no han tenido acceso a esto al estar en estos centros penitenciarios”, argumenta Becker.
Un adiós doloroso
A la preocupación por la propia manutención de las mujeres en prisión, se suman las carencias que viven sus hijos en el presidio, las cuales pueden poner en riesgo la vida y la integridad de los menores.
“Si a duras penas pueden cubrir las necesidades de ellas mismas en estos centros penitenciarios, porque no les son previstas toallas sanitarias, papel higiénico, agua potable, comida saludable, un espacio donde dormir, también deben pensar en que tienen que cubrir las necesidades de sus hijos”, reflexiona la activista.
Uno de los momentos más desgarradores para cualquier madre, sobre todo durante los primeros años de la vida, es el separarse de sus hijos y para las personas privadas de la libertad eso tiene una fecha cierta: el tercer cumpleaños de sus pequeños.
“Creo que la preocupación es bastante intensa y creo que también gran parte del dolor y de la dificultad a veces del vínculo viene del saber que cuando tengan tres años estos niños y niñas se tienen que ir”, concluye Becker.
Cortesía de El Heraldo de México.

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