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CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Para Fabiana Estrada Tena, magistrada de Circuito, errores como ignorar las críticas, minimizarlas y aliarse con la oposición fueron los que llevaron al Poder Judicial de la Federación (PJF) al cambio más radical que ha sufrido en los últimos 30 años derivado de la reforma judicial.
Estrada Tena es candidata a ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), institución en la que ha trabajado durante 20 años con ministros como José Gudiño Pelayo, David Góngora Pimentel y Arturo Zaldívar, ahora coordinador general de Política y Gobierno, designado por la presidenta Claudia Sheinbaum.
Estrada Tena formó parte del círculo más cercano de este último, a quien incluso ayudó a redactar la reforma de 2021 que estableció un nuevo sistema de precedentes obligatorios.
En entrevista con Proceso, en consonancia con el discurso del ahora funcionario presidencial, afirmó que “el pueblo anhela una justicia humanista” que sea social, honesta y comprometida con la igualdad y la no discriminación.
—¿Cuáles son sus propuestas para transformar la Corte?
—Mi principal propuesta es la necesidad de construir una idea de justicia humanista. Lo que sostengo es que todas estas reformas (anunciadas el 5 de febrero de 2024 por el expresidente Andrés Manuel López Obrador) responden a anhelos muy concretos. El primero: eliminar la corrupción, el nepotismo, el influyentismo en los sistemas de justicia; el segundo, alcanzar una sociedad más justa y más igualitaria, y el tercero, acabar con las brechas de discriminación que enfrentan muchos grupos en nuestra sociedad.
“Desde esa perspectiva, la idea de una justicia humanista tendría que ser una justicia honesta, una justicia comprometida con la justicia social y una justicia comprometida con la igualdad y con la no discriminación. Me parece que esos tres son los principales anhelos del pueblo de México. Son los que están en el origen de todas las reformas constitucionales, incluyendo la reforma al Poder Judicial y que la justicia tiene el deber de responder a esos anhelos.
“Yo propondría que la facultad que tiene la Suprema Corte de llevar a cabo audiencias no sea sólo a petición de parte, sino que pueda ordenar de oficio la celebración de audiencias en varios casos con las partes, con expertos, activistas, miembros de la sociedad, víctimas e investigadores. Es necesario hacer audiencias para dar seguimiento al cumplimiento de las sentencias”.
—Ante el surgimiento de candidaturas de integrantes de una misma familia, ¿esta reforma no abrió la puerta a que crezcan los casos de nepotismo?
—Me parece que el hecho de que ahora las personas juzgadoras vayan a ser electas por voto popular elimina la principal causa del nepotismo, que es el dedazo. Hoy en día para ser candidatos tenemos que pasar por los comités de evaluación, por las tómbolas, por la elección popular; entonces ahí ya no hay cabida para el otorgamiento de un nombramiento por parte de un familiar, que es lo que constituye el nepotismo.
—¿Por qué, si usted viene de carrera judicial, decidió participar como candidata pese a las advertencias de diversos especialistas y organismos internacionales de que la elección de juzgadores por voto popular no es conveniente?
—Yo comparto la idea de que era necesaria una reforma profunda y una transformación del sistema de justicia. El sistema de carrera judicial era un sistema que operaba aislado de la sociedad, que operaba alejado del escrutinio social, era un sistema endogámico, en el que el control sobre el ingreso, el ascenso y las responsabilidades de los miembros pertenecía sólo al Poder Judicial y se ejercía con opacidad.
¿Reforma radical?
—¿Realmente es una reforma profunda, pese a que no tocó a las fiscalías ni a las defensorías?
—Es una reforma profunda y radical porque cambia por completo la manera de elegir jueces por una vía democrática. Esto asegura que el nuevo sistema de justicia va a responder a las demandas sociales y esto es un cambio radical. El que ahora las personas tengan que rendir cuentas ante la ciudadanía, los jueces y juezas tengan que rendir cuentas a la ciudadanía, tengan que escuchar las demandas de la ciudadanía y tengan que dar la cara, me parece que abre la puerta para una idea de justicia completamente distinta a la que teníamos.
—¿Por qué está tan segura de que va a pasar esto si los funcionarios electos por voto popular también son opacos?
—Las reformas son importantes para darles un contenido efectivo. La Constitución fue modificada y tenemos la obligación de interpretarla en su mejor luz y de hacerla efectiva. La Constitución optó por el sistema de elección como un mecanismo para lograr una justicia más transparente, más honesta y más cercana a las personas. Este documento, la Constitución, es el que rige a la colectividad, es el que sirve de modelo de vida para la colectividad, y en este sentido, quienes estamos regidos por este documento tenemos la obligación de hacerlo realidad.
—¿No era más deseable abrir ese sistema a la participación de organismos internacionales y de la academia?
—Hoy en día lo que tenemos es una reforma constitucional que optó por este modelo que va más allá de la mera sustitución del personal judicial. Es una reforma que plantea la reconfiguración del sistema judicial. No sólo se trata de cambiar a las personas, sino de cambiar a las instituciones de justicia.
—¿Cuáles son los errores que cometió el PJF que lo llevaron a llegar al punto actual?
—La falta de autocrítica, hacer oídos sordos a las demandas sociales, minimizar o despreciar las críticas que se hacían al funcionamiento del Poder Judicial, el no emprender un procedimiento, un proyecto de autorreforma y, sobre todo, aliarse a la oposición, básicamente.
—¿Lo deseable fue haberse aliado con Andrés Manuel López Obrador?
—No, lo deseable era entender que como Poder constituido tenemos una función en escuchar las demandas sociales. Me parece que la independencia, la autonomía, no significa estar operando aisladamente de la sociedad.
—¿Cuál es esa oposición?
—Pues las élites del poder, las élites de la comentocracia, el twitter jurídico que siempre fue antiZaldívar.
—¿La oposición es todo aquello que esté contra Zaldívar?
—El error de la ministra Piña fue entender la independencia como la posibilidad de frenar un cambio social. La independencia no es eso, la independencia es resolver al margen de presiones, pero la independencia no es indiferencia ni es hacer oídos sordos a reclamos sociales.
A todos quienes se oponían al cambio social que representaba el proyecto de la cuarta transformación celebraron que la ministra Piña se opusiera y tomaron como bandera esa oposición y es en ese sentido que el Poder Judicial se alió a la oposición.
—Públicamente se le ubica como cercana al ministro en retiro Arturo Zaldívar, ¿se identifica como tal?
—Soy una persona que trabajó con él, como trabajé con otros dos ministros: José de Jesús Gudiño Pelayo, Genaro David Góngora Pimentel y Arturo Zaldívar. En su momento fui gente de cada uno de ellos; los tres son parte de mi biografía, pero no me definen.
—¿Qué opina del cambio que hizo Zaldívar al dejar al Poder Judicial por un puesto en el gobierno federal?
—Para mí no hubo ningún cambio, para mí el ministro Arturo Zaldívar emprendió el esfuerzo de renovación institucional más importante en la historia de la Suprema Corte, el proyecto de renovación jurisdiccional más importante, y después, en ejercicio de su libertad y de su conciencia, decidió dejar un Poder Judicial que se rebeló ante estos cambios y optó por servir a su país desde otra trinchera.
Marcha atrás
—¿La reforma judicial tiró por la coladera los cambios implementados por Zaldívar?
—Se fueron a la coladera desde antes, desde que el Poder Judicial decidió que el enemigo público número uno era el ministro Zaldívar y se rehusó a ver que el error estaba en las propias malas prácticas del Poder Judicial.
—¿Por qué lo dice?
—Lo digo porque a partir de la llegada de la ministra Norma Piña comenzó un proceso de regresión de todas las políticas del ministro Zaldívar. Todas las políticas de igualdad de género fueron revertidas, básicamente en todo lo que sonara al ministro Zaldívar hubo marcha atrás.
“Por ejemplo, todas las mujeres recibimos un día una notificación de que ya no podíamos hacer trabajo en casa, medida que se implementó después de la pandemia y que fue revocada sin perspectiva de género, sin tomar en cuenta que muchas mujeres juzgadoras somos cuidadoras y normalmente este tipo de políticas públicas tienen impactos desproporcionados en las mujeres. También se eliminaron los cursos obligatorios en materia de sensibilización de género”.
—¿Qué pasaría si no gana en la elección?
—Tendré que reinventarme. Tendré que dejar la vocación que ha definido mi vida, pero esto no lo haría con amargura, porque yo entiendo que el cargo no me pertenece, que el pueblo de México tomó una determinación en ejercicio de su voluntad soberana y que yo respondo a esa voluntad soberana.
—¿Qué tan difícil ha sido cambiar la carrera judicial por hacer campaña política?
—Muy difícil, porque implica salir de la zona de confort, salir del ámbito de mis capacidades y de las habilidades para las que soy mejor, pero ha sido un descubrimiento maravilloso que yo como aspirante a juzgadora tenga que reunirme con la gente, con sectores, con miembros de todos los ámbitos de la sociedad para escuchar lo que para ellos es justicia. Yo no veo nada de malo en esta llamada politización de la justicia. Me parece que es un diálogo y que es un trabajo de escucha y que va a enriquecer mucho al sistema de justicia.