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En el norte de Costa Rica, donde la tierra es un mosaico de verdes y los ríos serpentean haciendo frontera, los cantones de Los Chiles y Upala solían atestiguar éxodos, necesidades y desconfianza. Por décadas, la llegada de miles de personas migrantes y refugiadas, huidas de la violencia o la pobreza, generó tensiones en el tejido social. Las diferencias sembraron miedo y desencuentros.
Hoy, en estos pueblos donde el calor tropical centroamericano se mezcla, algo florece: la paz se construye entre risas de niñas y niños, reuniones entre vecinos y vecinas y tambores que no distinguen fronteras.
Un cambio que se siente en las calles
Hace algunos años, la comunidad de Los Chiles era un lugar donde personas vecinas y recién llegadas apenas se miraban y conocían. Hoy, la comunidad se siente optimista por el nuevo espacio de la escuela El Combate, que albergará actividades y cursos para que la comunidad se pueda integrar y construir paz y convivencia. Aquí, madres migrantes compartirán recetas con personas de la localidad, adolescentes jugarán fútbol mezclando equipos, y las abuelas y abuelos enseñarán saberes a juventudes que buscan refugio.
No es magia: es el fruto de miles de manos. Más de 30 mil personas, locales, migrantes y refugiadas, están convirtiendo conflictos en oportunidades de convivencia. Donde antes había terrenos baldíos, hoy se construye infraestructura para las comunidades que aspiran a tener mejores espacios para compartir y crecer.
ONU Costa Rica/Mariana Álvarez
Personas provenientes de Nicaragua y Costa Rica se reúnen para celebrar la paz y el nuevo espacio de integración que será construido a través del Programa Conjunto de Consolidación de la Paz de Naciones Unidas en Costa Rica.
El impacto
Todo empezó con un llamado. “Empezamos a recorrer las comunidades, una por una, invitándolas a conversar; no llevábamos promesas, solo queríamos escucharlas y ayudarlas a construir sus propias soluciones a los grandes desafíos que enfrentaban”, destacó Marilyn Román, coordinadora del Programa Conjunto de Consolidación de la Paz de Naciones Unidas en Costa Rica, iniciativa que potenció esta transformación silenciosa, pero que avanza a pasos agigantados.
Este programa, financiado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Consolidación de la Paz y ejecutado por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Costa Rica y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ha sembrado semillas de cambio en muchas comunidades.
El programa fomenta la convivencia pacífica, la gobernabilidad democrática y la integración comunitaria, basado en cuatro pilares clave: diálogo inclusivo, empoderamiento de liderazgos locales, prevención de violencias y fortalecimiento institucional. También promueve la remoción de obstáculos y barreras para garantizar la participación igualitaria de mujeres refugiadas, migrantes e integrantes de las comunidades de acogida.
Detrás de cada número hay una historia
Los números del programa impresionan: 470 líderes y lideresas capacitados en transformación de conflictos, más de 2000 personas aprendieron mejores habilidades para el diálogo y la convivencia pacífica, así como 11 Comités Locales de Convivencia Pacífica conformados donde personas locales, migrantes y refugiadas diseñan planes de sostenibilidad. Pero lo que verdaderamente impacta son sus historias.
Como la de Maira Potoy, quien pasó de ser una persona más de la comunidad a convertirse en una regidora municipal que impulsa la rehabilitación de espacios comunales para promover la cultura, la formación profesional y la lucha contra la violencia hacia las mujeres.
“Desde ya hemos visto el cambio. La comunidad se ha involucrado mucho y percibimos una bonita convivencia. Esto nos va a impactar, ya que los niños van a tener un centro de recreación y los padres vamos a compartir más”, dijo.
Otra historia es la de Xeneida Parrales, directora de la escuela El Combate de los Chiles, quien ha visto el gran cambio en la comunidad y cómo las mujeres están tomando el liderazgo de las huertas comunitarias, los talleres de prevención de violencia basada en género. “Vamos a motivar a traer cursos y actividades para que la comunidad se pueda integrar y así vamos a fortalecer la paz en la comunidad, la unión y el trabajo”, destacó.
ONU Costa Rica/Mariana Álvarez
Familias del Socorro de Yolillal, Upala se reúnen para celebrar el nuevo parque temático de la comunidad.
Un modelo que germina
Detrás de estos logros hay una estrategia de cooperación que prioriza el fortalecimiento de capacidades locales: alianzas técnicas y financieras que promueven la inversión en infraestructura y formación, respetando siempre los contextos y saberes comunitarios. “Tenemos el deseo de ver un futuro donde mujeres, personas migrantes, refugiadas, niños y niñas podamos vernos fortalecidos”, afirmó Saida Arias, presidenta de una asociación de desarrollo en Upala.
Este enfoque ha permitido consolidar un modelo replicable, impulsado por liderazgos locales (hasta el 49% son mujeres) que diseñan soluciones desde la empatía y la inclusión. Así surgen iniciativas como las ferias de integración, donde los sabores compartidos en comidas interculturales alimentan tanto a las familias como al tejido social, y los espacios lúdicos, donde los sonidos y acentos diversos se armonizan en un mismo ritmo de convivencia y resiliencia.
El futuro se siembra en presente
Para Yamileth López, alcaldesa de Upala, el secreto está en ver al otro como aliado: “Este proyecto es muy importante para poder fortalecer todos los procesos de derechos humanos, consolidación de liderazgos propios, pero sobre todo con base a la sensibilización social que tiene el territorio para seguir atendiendo a la población migrante y refugiada como una familia más”.
Juan Abel Beteta, alcalde de Los Chiles, lo resume así: “este programa es importantísimo para los cantones. Vienen a sanear, a colaborar y a contribuir con el desarrollo de nuestros pueblos con el fin de un futuro y un mundo mejor”.
Mientras tanto, en las calles de Upala, Kimberly Rivas, supervisora de la Asociación Administradora de los Sistemas de Acueductos y Alcantarillados Comunal de San José de Upala, celebra señalando que “este proyecto va a dar visión a otras comunidades para la integración y a la convivencia porque ayuda a promover que si se puede trabajar en equipo, para contrarrestar la delincuencia y ayudará a que la familia se integre. Este proyecto es la visión del futuro de nuestros hijos e hijas”.
En esta tierra de piñales, naranjales y ríos, la paz ya no es un discurso: es una aspiración compartida, el eco de un tambor que resuena entre fronteras, y la certeza de que las grietas del ayer pueden ser los cimientos de un mañana más fuerte.
En estos cantones fronterizos, donde el miedo y la desconfianza alguna vez echaron raíces, florece ahora un modelo de paz construido desde lo cotidiano, con dignidad, empatía y manos entrelazadas para seguir trabajando en integración.
Cortesía de Naciones Unidas.