La tierra del norte se agrieta. Se reseca. Pierde vida. Y el problema no es exclusivo del campo: afecta a millones de personas. De acuerdo con especialistas de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro y del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), la Comarca Lagunera —en la región que une Coahuila y Durango— es la zona más degradada del país. Y no es un caso aislado.
La desertificación, ese proceso en el que la tierra fértil se convierte en suelo estéril, ya alcanza al 59% del territorio nacional, y si no se actúa pronto, llegará al 62% para 2050, según estimaciones de la Universidad Autónoma Chapingo y la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR).
“Estamos viendo un fenómeno acelerado. Desde el año 2000, los periodos de sequía han aumentado un 29%. Las proyecciones indican que en 15 años lloverá menos y hará más calor. En algunas zonas, la temperatura podría aumentar 2.6 grados centígrados”, advierte José Cueto Wong, investigador del INIFAP.
Un enemigo silencioso: degradación y sequía
Las causas son múltiples: agricultura intensiva, ganadería extensiva, sobreexplotación de acuíferos y cambio climático. Las consecuencias, devastadoras. En promedio, la tierra se degrada en México a un ritmo del 3.8% anual. Esto afecta directamente a la agricultura, la seguridad alimentaria y las fuentes de agua.

Entre 2000 y 2020, siete de cada diez años han sido de fuertes sequías en México. Y más alarmante aún: el 80% de la población ha estado expuesta a sus efectos, especialmente entre 2008 y 2011, cuando la afectación alcanzó al 90% de los habitantes. En zonas como Tamaulipas y el noreste de México, el fenómeno se agrava con la salinización de los suelos en distritos de riego, debido al uso de aguas subterráneas contaminadas y la sobreexplotación de mantos acuíferos. El resultado: tierras que ya no pueden cultivarse.
Presas al mínimo y riego en crisis
En la Comarca Lagunera, la situación es crítica. La presa Lázaro Cárdenas se encuentra al 17% de su capacidad, y la Francisco Zarco apenas llega al 44%. El riego agrícola se mantiene, pero con una reducción del 50% respecto al año pasado. Es un ejemplo del estrés hídrico que se repite en otras zonas del país. A pesar del panorama sombrío, hay esfuerzos de innovación tecnológica y producción sustentable. Investigadores trabajan en proyectos con nopales, orégano, lechuguilla y chile piquín, cultivos adaptados a las zonas áridas. Pero son iniciativas pequeñas que necesitan inversión y apoyo institucional.
“La prioridad debe ser la gente que vive en estas regiones. No solo sobreviven, sino que resisten todos los días con lo que tienen. Necesitamos políticas públicas reales, no solo visitas de campaña”, señala Cueto Wong.
Desde la academia, los centros de investigación y los propios productores, el mensaje se enfoca en la puesta en marcha de acciones concretas, de lo contrario millones de hectáreas se volverán inútiles. Y lo que parece un problema del campo, será una crisis para el país. El futuro del norte se está secando. Y aún estamos a tiempo de rehidratarlo.
Cortesía de El Heraldo de México.